CAFÉ GRAN PREMIO

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Cafetería Gran Premio

CAFÉ GRAN PREMIO

 

Café expreso o descafeinado, con crema, americano, capuchino tradicional o con sabor, café con leche y el tradicional de la casa El mayo, son algunas de las variedades que ofrece el Café Gran Premio, un lugar que al parecer detuvo el paso del tiempo para convertirse en un clásico.

Mesas retro de los años 1960, una colección de más de 200 tazas de café, reconocimientos y distinciones por parte del extinto Instituto Mexicano del Café y cartas en las que se exhibe amplia variedad de cafés y algunos antojitos, dan la bienvenida a los clientes del establecimiento ubicado en la calle Antonio Caso 72 en la colonia San Rafael, en esta capital.

Se trata de un referente clásico de esa zona, pero a la vez olvidado con el paso del tiempo, señala su propietario Don Francisco Gisbert Bolaños, quien en entrevista habló sobre los inicios, permanencia y anécdotas en este sitio.

Su decoración es su distintivo, fue fundado en 1962, la década de las ideologías, de la Guerra Fría, de cuando el rock and roll se volvió popular, de represiones, de asesinatos, de subculturas, de moda hippie, de jeans acampanados, camisetas teñidas o de diversas impresiones.

Don Francisco recordó que los iniciadores del negocio fueron los italianos Romano y Orestano, en un local ubicado en Antonio Caso 65, sin embargo, solo permaneció abierto un año por las diferencias entre ambos dueños.

“El dueño del edificio, otro italiano, le ofreció la cafetería otro italiano, Luis Liguori, mi compadre que ya falleció; Don Luis la tomó y la echó a andar durante 17 años. Yo comencé a ser cliente del lugar en 1965, de ahí surgió una gran amistad porque nos veíamos todos los días”, rememora Don Francisco.

Frente al edificio de la cafetería, agregó, estaban unos billares y nos quedábamos a jugar domino con las artistas del teatro Venustiano Carranza de la época. “Después de 17 años Don Luis me vendió la cafetería, hace 28 años, desde entonces sigo aquí”.

Aclaró que Café Gran Premio no permanece en su sitio de origen. “Tuve problemas con el anterior local, porque el dueño del edificio puso en venta el local con precio inaccesible. Al final nos cambiamos media calle de distancia, llegue en 1989 a Antonio Caso 72 y a la fecha sigo aquí”, cuenta.

Sostuvo que desde su apertura, la cafetería mantiene su estilo de la década de los años 60 porque así fue conocida por artistas y vecinos de la zona. “A la cafetería no le moví ni las telarañas para que no perdiera el espíritu y ánimo de la cafetería tradicional, aunque ahora ya no existen”.

Son cafeterías tradicionales en donde se viene leer el periódico, a una cita de negocios, a verse con un amigo, a tratar con la computadora o medios electrónicos, a sentarse y permanecer las horas que quieran.

“Es un lugar en el que el tiempo se olvidó de él. Es como aquella película ‘Pídele al tiempo que vuelva’, porque es recordar y recordar esa época, es bonito”, cuenta Don Francisco.

Recuerda que desde el principio solo se servía café, pero desde hace tres años, el negocio que ahora está a cargo de su hija, amplió la variedad y además del tradicional expreso o americano, ahora hay una gran diversidad de café y comida fría y ligera.

“El negocio lo atiende mi hija, porque a la larga será de ella y ella fue la que comenzó con las ideas de meter comida ligera, pues había gente que venía y solicitaba un sándwich para acompañar el café y así comenzamos con la comida”, indicó.

Expreso y descafeinado, con crema, americano y expreso doble, capuchino tradicional, descafeinado, con sabor, café con leche y el tradicional de la casa “El mayo”, en honor a un fotógrafo que asistía a dicho lugar, es lo que se ofrece, acompañados de sándwich, pasteles, bebidas frías, entre otros postres.

“La especialidad de la casa es el capuchino con miel o cajeta o las novedades como el capuchino frio o las malteadas. El capuchino con miel, lleva el nombre del fotógrafo Julio Mayo, que pedía un capuchino y que no lo solicitaba grande porque decía que era mucho caldo, entonces quería un café pequeño y más fuerte.

“Al final, él trajo un vaso Charlie, de esos en lo que se toman en Tehuacán en las cantinas y dijo que le hiciéramos un café de esa medida. Le preparamos su café, la gente se dio cuenta y querían uno igual, así que lo pusimos en la carta y lo apodamos como El Mayo”, reveló.

Con siete empleados, entre ellos, Doña Margarita, mesera que lleva más de 40 años en este lugar, Gisbert afirma que el café que se consume en Gran Premio es originario de Veracruz.

“El café viene de Veracruz, lo tuesta Café Gran Premio S.A en Eje Central Lázaro Cárdenas, que es donde tenemos el tostador a cargo de la hija de Luis Liguori, quien nos lo surte. Yo tengo molinos, muelo y vendo a la calle. Son cuatro tipos de tostado: Cubano, muy tostado; Italiano, menos tostado; Moka, tipo restaurante y Descafeinado”, dijo.

Simpático, agradable, sabio por experiencia y con una memoria privilegiada y gran sentido del humor, Don Francisco Gisbert, cuenta que este sitio a todo tipo de clientes con diferentes anécdotas unas tristes otras no tanto.

“Este sitio era el refugio de los electricistas, del sindicato, hasta que murió la compañía, esta era su cueva, su refugio y ahora lo es de mucha gente, de la gente de la colonia San Rafael.

“Personalidades como Cristina Pacheco, Óscar Pulido, Jorge Ortiz de Pinedo, Evita Muñoz “Chachita”, Alberto Rojas “El caballo”, gente de antaño, entre otros políticos y funcionarios, se han dado cita”, refirió.

Sillas de ruedas, celulares, carteras, relojes, papeles, dentaduras y portafolios con dinero, han sido olvidados en este lugar y su propietario cuenta una anécdota al respecto:

“Me han dejado cosas olvidadas como un portafolio con mucho dinero y papeles; el cliente ese día no regreso por él, así que marque al número marcado en las tarjetas que traía dentro. Le pregunto: el señor fulano de tal, y responde muy molesto; sí que quiere. Y le vuelvo a preguntar si estuvo en la cafetería y dice: si señor si estuve y cual el problema con ustedes. Y le digo, conmigo ninguno señor, pero se le olvido un portafolio con dinero.

“Y dice: mi portafolio. Y le solicito que regrese por él, pero con una identificación y con la condición de que me dijera cuánto dinero traía, porque yo ya lo había contado. Y vino muy agradecido”, recordó Don Francisco.

Pero también hay historias tristes y chuscas como la de un cliente que asistía a pedir un expreso. Entraba, lo pedía, se lo tomaba, pagaba, pasaba al baño y se iba.

“Y así, pasaron años en la misma mesa, a la misma hora. Hasta que un día, llego el señor en la tarde, un sábado, pasó al baño y uno de mis clientes paso y dijo que en el baño había un señor sentado en la taza, recargado en la pared.

“Entonces, lo trato de despertar y nada, llamo la ambulancia, se lo llevaron, al otro día regresó y se molestó conmigo; me dijo que solo se había echado un sueñito, que no había necesidad de llamar a la ambulancia”, comentó.

Agregó que tres semanas después ocurrió lo mismo con otro cliente, recargado en el baño sobre la taza, “esa vez no lo desperté, llamé a la ambulancia y efectivamente, ese si había muerto. Nunca supe quién era”.

También está la guardiana de este lugar, una niña “fantasma” de 10 s 12 años de edad que esconde las cosas a sus dueños y empleados, mientras que a los ladrones los ahuyenta.

“Es un fantasma que logramos ver con las cámaras del sitio; es una niña que no hace maldades, sino travesuras. A las muchachas les esconde sus cosas, apaga las luces. Le gusta mucho el sitio de fondo de la cafetería, apaga la luz que es complemento de ocho lámparas.

“Nadie quiere esa mesa, le gente que viene nadie la toca. A Cristina Pacheco me la encerró un día en mi baño, venía apurada; pasaron 10 y luego 20 minutos y no salía, fui a ver y me dijo que la habían encerrado y nunca más volvió a entrar en mi baño”, cuenta Don Francisco.

“Es una niña que voltea las cosas, las cambia de sitio, ya hablo con ella, ya nos entendemos, es la guardiana del lugar. En alguna ocasión se metieron a robar en la noche y al otro día lo que encontramos fueron decenas de cabezas de cerillos, regadas en el suelo, en un intento porque los ladrones no veían nada y al no ver nada, no se llevaron nada. La niña se las apagaba una y otra vez”, mencionó.

Este sitio cuyo sonido ambiente proviene de una máquina de café imparable, así como de las pláticas de oficinistas y estudiantes que encuentran un respiro aquí entre semana; o bien de las conversaciones y risas de las familias que los fines de semana, Café Gran Premio es un punto de reunión por amantes de esta bebida.